Suicidios y sonrisas

Buscando una película para ver por la noche me topo con una producción conjunta entre USA y Japón: El bosque de los suicidas. Es de terror, me gustan las películas de miedo japonesas, son las únicas que me erizan el espinazo. Leo la sinopsis y parece interesante: el director Janso Zada relata una historia acerca del bosque de Aokigahana, situada en la ladera noroeste del monte Fuyi. Un bosque real, cuya singular ubicación y orografía, abundante en hierro magnético, hacen del lugar un sitio muy especial.  La ausencia de fauna y una flora muy tupida crean una atmósfera adecuada para ciertos rituales. Dice la leyenda que todo empezó con la miseria sufrida tras la guerra por los japoneses, que se vieron obligados a abandonar en el bosque a ancianos y niños, perpetuando una historia que da nombre al paraje: el bosque de los suicidios. Menuda locura…

El bosque de los suicidios

A pesar del paso de los años, todavía hay una alta concentración de suicidios en el bosque de Aokigahana. Sorprende ya la entrada, con un parking donde hay carteles animando a la gente a no suicidarse. Es triste saber que los cuidadores del parque se enteran de cuando ha habido otro suicidio cuando alguno de los coches que llegan queda abandonado. Es tan elevado el número de suicidas que se quitan la vida en este bosque, que el gobierno japonés ha decidido no dar cifras para evitar el “efecto llamada”. Aun así, incluso los tours turísticos incluyen en su publicidad la posibilidad de encontrar un cadáver. Además, otras de las personas que deambulan por el sitio, se dedican a despojar a los cadáveres de sus pertenencias.

También hay otros lugares con una elevada de concentración de suicidios, como el conocidísimo puente Golden Gate en San Francisco o la puerta Yangtze de Nanjing en China. No puedo creer que haya lugares específicos que la gente busque para suicidarse… ¿Acaso la vida no merece ser vivida? A pesar de sus más y sus menos…

Me quedo absorta en elucubraciones trascendentales (arreglando el mundo, vamos), pero en pocos segundos veo lo que para mí, será sin duda la noticia del día: Budapest la ciudad de los suicidios. ¡Oh mon Dieu! No me lo puedo creer…

Es una historia que, a pesar de ser triste (después de todo trata de la pérdida de vidas), tiene un toque simpático…

Budapest (la ciudad de los suicidios): el club de la sonrisa y la canción suicida.

Todo empezó en Budapest (Hungría). Tras la primera guerra mundial, la población quedó triste y desolada, y un porcentaje preocupante de personas empezaron a suicidarse. Me llama poderosamente la atención las medidas que tomó el gobierno para frenar estos suicidios, pues probaron cosas de lo más bizarras. Primero, optaron por vigilar el Danubio con patrulleras, pues mucha gente se arrojaba al río para quitarse la vida. Estas patrullas tenían una doble función: impedir suicidios y sacar del agua los cadáveres. Por otra parte, llenaron las calles de payasos y circos, e incluso la radio interrumpía cada cierto tiempo su programación para contar chistes y anécdotas graciosas. En los cines y teatros en solo mostraban rostros que felices (menos mal que aún no habían descubierto los smiles o los emoticonos, ya me lo imagino). Finalmente, para frenar el uso de otro método de suicidio muy popular, el envenenamiento, prohibieron la venta sin receta de ciertas sustancias, pero todas las medidas tuvieron escaso éxito.

Para entonces toda la sociedad erudita buscaba una solución. Entre ellos dos profesores y hipnotistas, el Profesor Jeno y el Profesor Binczo, hicieron la prueba en grupos de hipnosis y se dieron cuenta que los húngaros respondían perfectamente excepto cuando se les pedía que sonriesen, provocando el efecto contrario: llantos.

Llegaron a la conclusión que la gente había perdido la capacidad empatizar las cosas buenas, positivas y alegres. Esto había provocado que hubieran dejado de sonreír, lo cual, a su vez, conducía a la tristeza e impotencia. Con toda la buena intención, quiero creer, esta pareja de profesores viajaban de ciudad en ciudad ofreciendo pequeños espectáculos teatrales para obligar a la gente a sonreír.

El club de la sonrisa

Los académicos, después de pensarlo mucho, llegaron a crear el club de la sonrisa (sí, has leído bien). El club era en realidad una escuela de la sonrisa donde se enseñaban sonrisas populares, como la de Roosevelt, Mona Lisa o Clark Gable, mediante láminas como las que podéis ver las fotos. Para más inri, crearon una máscara para enseñar a la gente técnicas de sonrisa adecuadas y ayudarles a decidir qué sonrisa les quedaba mejor. Pero todo esto sólo duró un año; en vista de su nulo éxito para frenar los suicidios, el gobierno acabó cerrando el club por fraude.

La canción de los suicidas

A raíz de otra investigación, también culparon de la ola de suicidios a una popular canción húngara, Glommy sunday, versionada por múltiples artistas desde Ray Charles a Elvis Costello, aunque sería Billy Holiday quien, en 1941, la popularizaría definitivamente. Esta canción ha sonado en películas tan conocidas como La lista de Schinder o en un episodio episodio de la serie 13 Razones, acusada de frivolizar el tema. La obra original es de Rezső Seress, judío natural de Budapest, que en 1933, justo cuando el racismo y el fascismo ya había tomado las calles, ideó la canción. Seress fue enviado a un campo de concentración junto a su madre, la cual no sobreviviría, a semejante experiencia. Esto, unido al fallecimiento de su esposa y a verse obligado a abandonar su propio hogar por su condición de judío, crearía en él una tristeza tan profunda de la que, irremediablemente, bebería su obra. En concreto, la que nos ocupa es una desgarradora historia de desamor. Os pongo el vídeo para con la versión original y la de Billy Holiday (pero tranquilos, ¿eh? No os vayáis a suicidar):

La canción triunfó en Europa y en Estados Unidos (aunque la canción fue escrita en húngaro) y retocada para que fuera menos triste por un poeta compatriota suyo: László Jávor En fin, Seress, tal vez haciendo honor a su leyenda negra, tampoco tuvo un buen final: en 1969 intentó suicidarse, pero falló. Lo llevaron al hospital y allí lo logró, la guinda del pastel.

La masacre de Columbine

Esto me recuerda al suceso ocurrido años más tarde en Columbine (USA), donde unos adolescentes armados hasta los dientes entraron en el colegio disparando a diestro y siniestro y tras acabar con la vida de 13 personas, se quitaron la vida. ¿Sus motivos? Lo achacaban a que escuchaban a Marilyn Mason. Michael Moore lo explica de forma excelente en su estupendo documental Bowling for Colombine.

Conclusión

El tema de los suicidas es un tema peliagudo y no es agradable hablar de ello, pero está ahí existe, perdemos amigos familiares quedando en impotencia supina. No le damos la importancia adecuada a las depresiones y aprovecho este medio para hacer un llamamiento que se tome conciencia del valor de la vida. Porque siempre, a pesar de todo, merece ser vivida. No es malo pedir ayuda, y a veces olvidamos que no hay mal que cien años dure. Después de todo, lo único que tenemos en esta vida es eso, esta vida. Y debemos hacer que merezca la pena.

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