Antonio Corradini (1688 – 1752) fue un escultor Veneciano, del barroco italiano de un talento tan portentoso, que fue capaz de arrancar del frío mármol, las caricias de velos transparentes sobre los cuerpos de más sublime y lánguida belleza. Magia sin más varita que un cincel.
Tal vez su obra más reconocible, pese a que alcanzó la excelencia en muchas otras, sea la escultura «La verdad velada«, finalizada, por cierto, el mismo año de su muerte (1752) y que se convertiría en el broche de oro para el legado de un genio.
La escultura, llamada también La Modestia (en italiano La Pudicizia), es una estatua funeraria dedicada a Águila Cecilia Gaetani d’Aragona, madre de Raimondo di Sangro, el príncipe de Sansevero. La princesa madre murió solo un año después del nacimiento de su hijo, lo que produciría un profundo impacto en la vida de Raimondo.
A nivel técnico destaca, como no podía ser de otra forma, la habilidad de Corradini para esculpir un tejido translucido, con una caída que recuerda a la seda y que se adhiere a un hermoso cuerpo femenino de impecable factura anatómica cuya misteriosa expresividad resulta descorazonadora. El conjunto, no obstante, rezuma simbolismo, sensualidad y misterio a partes iguales.
Composición y simbolismo de «La Verdad Velada», de Antonio Corradini
Pero quizás es en la composición de la obra donde encontramos los elementos más interesantes. Para empezar, reposa sobre una columna con un relieve que ilustra un curioso episodio bíblico («Noli me Tangere«), aquél en el que María Magdalena acude al sepulcro de Jesús para velar su cuerpo y descubre que ha desaparecido. Descompuesta, rompe a llorar hasta que se topa con alguien al que confunde con un jardinero o un hortelano. La mujer le pregunta si es él quien se ha llevado a Jesús y le pide que, de ser así, le muestre donde está. Mas era este hombre, el propio Jesús resucitado y cuando Magdalena se percata, el hijo de Dios, la espeta:
No me toques: porque aun no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Jesús, versículo 17 del capítulo 20 del evangelio de San Juan
¿Qué significan estas palabras? Ese «No me toques» (o «no me retengas» dependiendo de la traducción. Quizás Jesús no quiere volver a soportar la tentación de Magdalena, quizás no quiere volver a sufrir como un hombre.
Por otra parte, la propia estatua parece narrar la muerte prematura de la princesa Cecilia: la tabla que sostiene habla de la familia y está rota; los ojos volteados, tratan quizás de atisbar el árbol de la vida que nace del mármol. Aquello, en definitiva, que le ha sido velado por la propia muerte; su propia existencia. Ya no es sino un recuerdo triste y hermoso, oculto tras el velo del tiempo.
Dadas las influencias masónicas, tanto de Corradini como de su mecenas, Raimondo Di Sangro, hay quien ha querido ver ciertas referencias paganas, como una representación de Isis, la Diosa Egipcia de la maternidad y del nacimiento.
Para más inri, cuenta una leyenda, que el príncipe usó sus conocimientos de Alquimia para petrificar el velo que cubre la estatua. Por supuesto, esto no es más que un cuento y el mérito, aunque no por ello resulte menos asombroso y mágico, corresponde al genio de Antonio Corradini.