Cosme y Damián fueron dos hermanos gemelos, médicos procedentes de Arabia pero educados en la fe cristiana, que, alrededor del año 300 d.C. prestaron sus servicios desinteresadamente a los habitantes de Cilicia (en la actual Grecia). Ellos mismos atribuían sus habilidades a su fe en Dios y gracias a sus curaciones muchos paganos se convirtieron al Cristianismo.
Poco más se conoce sobre sus vidas, salvo que fueron perseguidos y martirizados por Diocleciano, el emperador romano que más violentamente se opuso contra el cristianismo. Según la leyenda, se les ofreció el perdón si apostataban, pero ellos permanecieron fieles a su fe, y gracias a ella sobrevivieron a su propia crucifixión, a ser saeteados, lapidados, a ser arrojados por un acantilado, a un intento de ser descoyuntados y otro de quemarlos en vida, pues siempre eran salvados por un ángel que acudía en su ayuda. Pese a todo, al final encontraron la muerte siendo decapitados.
Pero incluso después de que Cosme y Damián hubieran muerto, se les atribuyeron varios milagros, siendo el más extraño, la aparición, en su funeral, de un camello que indicó a los presentes como debían enterrar a tan singulares hermanos y, el más celebre el trasplante exitoso de una pierna de un esclavo de raza negra, que había fallecido recientemente, a un paciente con una pierna enferma. Además, en semejante operación, fueron asistidos por varios ángeles.
Algún tiempo después fueron santificados, convirtiéndose así en el patrón de los médicos, los cirujanos, los farmacéuticos y los barberos (conviene recordar que, en la antigüedad, éstos últimos, realizaban además de sus tareas relativas a la barba y el cabello, otras propias de los médicos, como extraer muelas o incluso ciertas cirugías menores).
Varios artistas han tratado la vida y milagros de estos santos, pero a mí modo de ver, las representaciones de sus milagros así como su resistencia imposible a los intentos de ejecución que sufrieron y posterior muerte, son las más destacables:
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Y si queréis saber más sobre estos personajes, os recomiendo este libro de Jesús María Nieto Ibáñez.