Enviando personas por correo postal

Paseando por las redes sociales, veo una foto que me encoge el estómago. El pie reza así: niños enviados por correo. Inmediatamente, me pregunto cómo nuestra especie ha podido sobrevivir hasta ahora. La foto no traía más información y me pica la curiosidad, así que empiezo a investigar y compruebo que, efectivamente, existen unos pocos casos, constatados, de estos bizarros envíos.

Pese a lo cómico de la fotografía, esto no fue ilegal hasta 1920.

El caso de un bebé de escasos meses: James Beagle

El más antiguo fue el envío, en 1912, de James Beagle, un bebé de pocos meses que se envió a un kilómetro de distancia. Al parecer, los carteros eran los visitantes más asiduos de las granjas, como la de la familia Beagle, y era fácil que hubiera suficiente confianza entre ellos y las familias para, como en este caso, encargarles el envío de un bebé a distancias más o menos cortas (siempre dentro del mismo condado).

May Pierstoff, la niña enviada por correo postal en 1914.

May Pierstoff: la niña que fue enviada a más de 100 kilómetros por correo postal

Más extraño fue el caso de May Pierstoff, una niña de 4 o 5 años que en 1914 también fue enviada por correo postal. Lo curioso de esta historia es que su padre, al leerse las leyes de su estado (Idaho), e informarse de los requisitos del departamento de correos, comprobó que solo se prohibía el envío de abejas, conejos, y objetos de hasta 22 kilos. Así, se presentó en la estación postal, y para asombro y yo diría alucine, del personal, dejo a la niña con unos sellos pegados en el jersey, un seguro de entrega y víveres para el viaje que, ahora sí, era considerablemente largo, de más de 100 km. Afortunadamente iba acompañada de un familiar que trabajaba en correos y viajó con él en tren todo el trayecto. Menos mal… Tal vez los seres humanos aún tengamos alguna oportunidad de sobrevivir.

Entiendo que, debido a la escasez de medios, a la miseria, y a la gran cantidad de hijos que tenían las familias por aquellos años, el ingenio de aquellas gentes diera con el modo de ahorrarse la inasumible cantidad que suponía un billete de tren. Después de todo, los sellos eran mucho más económicos. Picaresca nacida de la necesidad que además inspiró un libro infantil: “Correo de mayo”.

Edna Neff: casi 1.000 km sin más billete que un sello de 15 céntimos

Todavía más impresionante fue el viaje, también constatado en la prensa de la época, de Edna Neff, una niña de 6 añitos que en 1915 recorrió más de 1.000 km con un sello de 15 céntimos estampado en el jersey (aunque también acompañada de un adulto).

Poco tiempo después, aunque de esto no hay información veraz, quisieron enviar una niña a casa de sus abuelos, pero fue devuelta. Todo esto, que ya traía a la prensa en jaque, provocó que el departamento de Correos, ya en 1915, reescribiera sus ordenanzas para prohibir expresamente el envío de seres humanos.

Aun así, dicen las malas lenguas que siguió habiendo goteo de bebes enviados por correo hasta el 1920, cuando finalmente el congreso aprobó una ley que tipificaba como delito federal el envío postal de seres humanos, permitiendo, no obstante, el envío de ciertos animales peligrosos como cocodrilos o escorpiones y objetos delicados como cenizas de difuntos (dicho de paso, ¡qué manera de tratar a los muertos!).

Aunque yo no me creo que los envíos de bebes cesaran porque los adultos recapacitaran, porque tuvieran un súbito ataque de sentido común o simplemente temiesen que les pasase algo a sus vástagos, sino porque el servicio de Correos debió de instaurar algunas de esas tasas que tanto les gusta poner… XD

Ilustración de Henry Brow, el esclavo que se envió por correo postal para conseguir la libertad. Del libro The Underground Railroad, de Henry Still (1872).

Henry «Box» Brown: El esclavo que consiguió la libertad enviándose por correo

Y cuando ya empezaba a quedarme claro lo poco que podemos esperar de nosotros mismos como especie, me topé con otra historia todavía más antigua, que me volvía a reconciliar, por lo menos en parte, con la humanidad. En 1849, Henry Brown, que se ganaría el apodo de «La caja», se auto-envió desde Carolina del norte a Philadelfia; 450 km y 37 horas de viaje a través de diferentes transportes. Estuvo a punto de morir asfixiado, pero esta vez fue por una buena caza; Brown era de raza negra y éste fue su plan para escapar de la esclavitud. Ya en Filadelfia, tierra de abolicionistas, esperaba trabajar para comprar la libertad de su esposa y sus hijos. Por desgracia, entró en vigor la ley de esclavos fugitivos y se vio obligado a viajar, esta vez de manera convencional, a Inglaterra, donde terminó sus días.

Aunque también los hubo, simplemente, tacaños

El caso más reciente, y quizás también el más cómico, data del 2003. Charles McKinley se auto envió, a casa de su familia, de Nueva York hasta Texas, con la mala suerte ser descubierto por el cartero quien, tras darse el susto de su vida, lo denunció y se lo llevaron las autoridades.

Conclusión

Por un lado resulta deleznable el empecinamiento del ser humano en no gastar, llegando a ser unos inconscientes, cuya falta de juicio y el nulo respeto hacia otros, a menudo sus propios hijos, pero por otro lado destaca la fantástica cualidad de la lucha por superar las adversidades, la perseverancia, el valor y el arrojo. Me quedo, quizás todavía con más dudas que cuando empecé el artículo.

Existe constancia de al menos dos niños que fueron enviados por correo postal antes de que las leyes lo prohibieran.

¿Merecemos la pena? ¿O somos una especie condenada al fracaso?

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