Si por algo pasó a la historia Stanley Kubrick, fue por su labor como cineasta. Películas como «2001: Una odisea del espacio«, «El resplandor«, «Espartaco» o «La naranja mecánica» son solo algunos de los numerosos títulos que lo consagraron como uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos.
Menos conocida, sin embargo, fue su afición por el arte de la fotografía. Con tan solo 13 años, consiguió una vieja Graflex Pacemaker de su padre, y se dedicó a recorrerse la ciudad fotografiando escenas urbanas.
En aquella época Kubrick era un gran fan de Weegee, un reportero gráfico famoso por sus instantáneas de accidentes, robos, mafiosos y demás delincuentes. El estilo dramático de Wegee acabaría influyendo no solo en sus fotografías, sino también en sus posteriores películas.
Un buen día, el joven Stanley hizo una fotografía a un vendedor de periódicos contemplando, triste y cabizbajo, el titular de la prensa que estaba vendiendo: «Roosevelt ha muerto». Resultó que en realidad no era una captura casual, pues el vendedor estaba posando, fingiendo para el fotógrafo. Aún así, aquella instantánea sería comprara por Helen O’Brian, editora de la revista Look, por 25 dólares. Había empezado la carrera de Stanley Kubrick como fotógrafo.
En 1949, la misma revista Look, encargó a Kubrick que documentara la vida en la ciudad de Chicago en un reportaje llamado «Chicago – City of Extremes«:
Estas fotografías en blanco y negro, y de alto contraste, inmortalizaron a personas anónimas de mediados del siglo XX de un modo que influiría inevitablemente en sus futuras películas, especialmente con «¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú» (Dr. Strangelove) y «El beso del asesino«.
Para más información sobre la etapa de reportero gráfico de Stanley Kubrick, recomendaros el magnífico libro de Philippe Mather.